El artista
internacional Matías Mata elabora un gran mural en la Avenida de Los Remedios
con el retrato de los investigadores y elementos de la botánica
Dentro de los actos del Centenario de Antonio
González, el Ayuntamiento de Los Realejos ha encargado la confección de un gran
mural de aproximadamente 130 metros cuadrados en la Avenida de Los Remedios de
Realejo Alto protagonizado por sus dos hijos más ilustres, el propio Antonio
González y José Antonio de Viera y Clavijo. La obra está siendo creada por el
artista internacional Matías Mata (Sabotaje al Montaje), quien en su diseño
retrata a las dos personalidades entre diferentes elementos de la botánica,
nexo común en la obra investigadora de ambos realejeros.
Según el concejal de Patrimonio Histórico, Adolfo
González, que además es miembro de la Comisión del 'Centenario de Antonio
González', expuso que “tratamos de seguir haciendo perdurables las figuras de
dos realejeros cuya vida y obra ha trascendido mucho más allá del municipio y
de las islas y que, si aún hay quien no conozca a uno u otro, al ver este mural
se pregunte quiénes son y se informe sobre ello, bien en los paneles
informativos que acompañarán a la obra o bien en otras fuentes de consulta”.
José Antonio de Viera y
Clavijo (Los Realejos, 1731 – Las Palmas de Gran Canaria, 1813) es, sin duda, el máximo exponente de la
Ilustración canaria y una referencia esencial por su importante aportación a la
historia general del conocimiento en las islas.
Nació en el Realejo de
Arriba, el 28 de diciembre de 1731. Su padre, Gabriel del Álamo Viera,
descendía de pobladores portugueses llegados a Tenerife en la primera mitad del
siglo XVI, y su madre, Antonia María Clavijo Álvarez, estaba emparentada con
los Clavijo y los Perdomo de Lanzarote. Según consta en su partida de
nacimiento, fue bautizado por caso de necesidad en la casa de sus padres, donde
había nacido, lo que sugiere que hubo problemas durante el parto. De hecho, sus
biógrafos coinciden en que siempre fue una persona de naturaleza débil y
enfermiza.
A los pocos meses su
familia se traslada al Puerto de La Orotava donde transcurrió gran parte de su
infancia. Estudió en el convento de los dominicos de La Orotava donde cursó la
carrera eclesiástica. A los 18 años recibió las órdenes menores y tres años más
tarde fue nombrado capellán de coro de la iglesia de Nuestra Señora de la Peña
de Francia, en el Puerto de la Cruz. Entre sermón y sermón, leía todo lo que
caía en sus manos.
Viera desarrolló desde
joven una intensa actividad intelectual: dominaba las lenguas clásicas,
traducía literatura francesa, escribía artículos, ensayos, novelas, poesías,
etc. Además era ingenioso, hablaba muy bien y exponía cualquier asunto de forma
clara y amena. Esas cualidades le permitieron participar como un miembro más en
la conocida tertulia de Nava, que se celebraba regularmente en la casa del
Marqués de Nava y Grimón, en La Laguna. Allí se reunían las personas más cultas
e ilustradas de Tenerife para hablar y discutir sobre temas de diferente
índole.
En 1770, Viera y Clavijo,
en La Laguna, ya tiene escrito el primer tomo, e iniciado el segundo, de su
gran obra: la Historia General de Canarias. Cuando aún no había cumplido 40
años, recibió una tentadora oferta del Marqués de Santa Cruz de Mudela para que
se encargara de la educación de su hijo, el Marqués de Viso, puesto que le
permitió viajar con los marqueses por las principales ciudades europeas, París,
Viena, Roma, Nápoles, Venecia, Amsterdam, etc., y conocer directamente las
ideas más modernas que se estaban generando en ese momento.
Los viajes fueron una
experiencia importante para Viera y Clavijo, sobre todo su estancia en París.
Allí conoció a personajes de la talla de Voltaire, D’Alembert, Condorcet y
Franklin. Entabló estrecha relación con destacados naturalistas de la época y
aseguró su presencia en los gabinetes parisinos, donde estudió y realizó sus
cursos formativos. El 25 de julio de 1782 fue nombrado por el Rey, arcediano de
Fuerteventura, cargo que aceptó con gusto y le permitió regresar a Canarias
junto a su familia, pues su hermano Nicolás, que vivía cuidando de su hermana
María Joaquina, residía en Vegueta (Las Palmas de Gran Canaria) desde 1773.
Uno de los grandes
desafíos que Viera quería cumplir era la elevación de un globo aerostático.
Había conocido en París las virtudes de la aeronáutica, y sus estudios sobre
los gases le permitieron el 15 de diciembre de 1783, elevar un globo en los
jardines del Marqués de Santa Cruz. Viera compite con otro canario ilustre, el
portuense Agustín de Bethencourt, en ser el primer español que eleve uno de
estos artefactos.
Durante los últimos 30
años de su vida se dedicó a la traducción, de hecho hablaba y escribía varios
idiomas. En esos años también se dedica a la elaboración del Diccionario de
Historia Natural de las Islas Canarias. Se trata de una descripción de
ejemplares de los tres reinos de la naturaleza: rocas y minerales, plantas y
especies animales del Archipiélago Canario, endémicas o no de estas islas.
Incluyó en esta obra los cultivos ordinarios. Al mismo tiempo, hace referentes
alusiones a la utilización de las plantas, por lo que el Diccionario es, además,
un vademécum medicinal, artesanal e industrial.
En la madrugada del 21 de
febrero de 1813, Viera se fue, ante los ojos de su hermana María Joaquina, de
forma serena y con las manos vacías. Tenía 82 años de edad. Murió en paz
queriendo sólo que sus allegados cumplieran su última voluntad: ser enterrado
en la Capilla de San José de la Catedral de Santa Ana de las Palmas de Gran
Canaria y que su lápida rezara el epitafio Ecce nunc in pulvere dormian (Voy a
dormir ahora en el polvo).
Coincidiendo con la fecha
de su fallecimiento, desde el año 2006, se celebra el Día de las Letras
Canarias. En 2013, con motivo del bicentenario de su fallecimiento,
Ayuntamiento de Los Realejos, múltiples colectivos y particulares del municipio
y varias instituciones de las islas, conmemoraron esta efeméride con diversos
actos a lo largo del año para extender la figura de tan insigne personalidad.
Antonio González González fue doctor en Química y Catedrático de Química Orgánica y Bioquímica de la Universidad de La Laguna, Antonio González González nació en Los Realejos en 1917, en la calle de El Sol, una de las calles protagonistas de la gran exhibición pirotécnica que tiene lugar cada año con motivo de la celebración de las Cruces y Fuegos de Mayo.
Aportó importantes
descubrimientos en el campo de la Química Biorgánica, abriendo nuevas líneas de
investigación para otros científicos. Son especialmente relevantes sus trabajos
sobre la determinación de las estructuras de nuevos productos naturales
orgánicos bioactivos, aislados de plantas y organismos marinos. También fueron
ampliamente reconocidas sus publicaciones sobre síntesis estereoselectivas de
tipo biogenético.
En 1949, el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) creó una sección de Química
Orgánica en la Universidad de La Laguna y Antonio González fue nombrado
director de la misma. Trabajó durante los dos años siguientes con el profesor
Sir Alexander Tood en el laboratorio de Química Orgánica de la Universidad de
Cambridge. Al regresar a La Laguna fue nombrado decano de la Facultad de
Ciencias, cargo que ocupó hasta 1957.
En 1963 fundó el
Instituto de Investigaciones Químicas con el apoyo del Cabildo Insular de
Tenerife. Más tarde el centro cambió su denominación por Instituto de Productos
Naturales Orgánico (IPNO) y actualmente se llama Instituto Universitario de
Bio-orgánica Antonio González (IUBO-AG), de acuerdo con la evolución de la
naturaleza de sus investigaciones. Ese mismo año, fue nombrado rector de la
Universidad de La Laguna, cargo que desempeñó hasta 1968. En 1971 se le
concedió el Primer Programa de Química de la Fundación Juan March.
Fue académico de número
de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas, Químicas y Naturales y doctor
honoris causa por la Universidad de Chile y profesor honorario de la
Universidad Mayor San Marcos de Perú y de la de Asunción (Paraguay). Entre
otras condecoraciones, obtuvo la encomienda con placa y la Gran Cruz de Alfonso
X el Sabio, la Gran Cruz del Mérito Civil, la Orden Bernardo O’Higgins en grado
de Gran Oficial, concedida por el Presidente de la República de Chile y las
medallas de oro de la Real Sociedad Española de Física y Química (1968), del
Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, de la Universidad de La Laguna, del
Cabildo Insular de Tenerife y del Biographical Center Cambridge. La Universidad
de La Laguna le honró con la denominación de Rector Honorario en 1976.
En 1986 recibió el Primer
Premio Canarias de Investigación creado por el Gobierno Autónomo de Canarias y
ese mismo año recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación
Científica y Técnica en atención a su labor desarrollada a lo largo de una vida
de intensa dedicación en el campo de la química de los productos naturales.
Además, fue candidato al Premio Nobel en tres ocasiones. Desempeñó su labor
hasta el último día de su vida. Falleció el 11 de octubre del año 2002, próximo
a cumplir los 85 años.
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